El proyecto se realizó en Las Condes, Chile y estuvo a cargo de la agencia “Olimpia Lira”

El proyecto consistió en diseñar un taller para una ceramista, en conjunto a una vivienda para su joven y creciente familia. El proyecto debía relacionar estos programas lo suficiente para que haya control de uno sobre otro, pero que tuvieran la suficiente independencia para separar el lugar de trabajo y de habitar. La materia prima en un taller de cerámica es la arcilla, la cual se quema para darle estructura. Con esta misma operación se fabrican los ladrillos, el material escogido para la construcción de la obra. Este material se deja en permanente evidencia haciendo un cruce entre la estructura y lo que ocurre en ella.

A su vez, la bóveda como elemento arquitectónico, hace alusión formal a los hornos donde se quema la cerámica y al tradicional sistema constructivo de cielos hecho con ladrillos, pero esta vez se hace estructuralmente más liviano. Además, la bóveda permite tener una altura mayor en cada recinto, sin la necesidad de tener muros laterales altos, logrando espacios íntimos y amplios a la vez. La misma bóveda del taller se repite paralelamente y en diferentes longitudes a través del terreno, creando un sistema de naves donde se establecen los diferentes programas. Así en el taller hay una gran nave para trabajar y hacer clases de cerámica y en la vivienda hay una nave para dormir, otra para jugar, una para estar, una para comer y otra para el cocinar y lavar. Estas naves dejan espacio entre sí para la circulación y para integrar unos añosos castaños, los únicos árboles preexistentes del terreno.

Al interior, el espacio público del comedor, estar y salita es continuo y abierto, pero espacialmente cada uno de estos programas se separa gracias a las bóvedas que van en sentido perpendicular del espacio general. Las diferentes alturas entre los apoyos y los puntos más altos de las bóvedas permiten aberturas en todos los sentidos, privilegiando una interconexión con el entorno a través de las vistas a diferentes alturas y la entrada de luz en todo momento. De esta manera también hay un permanente cambio de atmósfera lumínica a través del día y de las estaciones. Desde el exterior las naves de las bóvedas están pintadas blancas, dejando en evidencia la textura del ladrillo, en cambio las circulación que son de techo plano, se dejan con el ladrillo a la vista, haciendo la diferencia entre los dos sistemas. Las terminaciones interiores son de materiales nobles y simples, al igual que los materiales usados en la cerámica.